viernes, 17 de julio de 2015

Joaquín González Echegaray: Flavio Josefo. Por Pedro Barrado Fernández

González Echegaray, Joaquín: Flavio Josefo. Un historiador judío de la época de Jesús y de los primeros cristianos. Sígueme, Salamanca, 2012. Biblioteca de Estudios Bíblicos Minor 20. 158 páginas. Comentario realizado por Pedro Barrado Fernández.

Este es uno de los últimos libros, si no el último, de Joaquín González Echegaray, ya que este gran arqueólogo falleció el 22 de marzo de 2013, y el libro vio la luz en julio de 2012. Aparte de arqueólogo eminente (desempeñó, entre otros cargos, el de director del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira), González Echegaray era un gran conocedor del mundo romano y de la historia del Próximo Oriente bíblico, como muestran algunas de sus publicaciones, por ejemplo, Los Hechos de los Apóstoles y el mundo romano (Verbo Divino, Estella, 2002), Los Herodes. Una dinastía real de los tiempos de Jesús (Verbo Divino, Estella, 2007) o El Creciente Fértil y la Biblia (Verbo Divino, Estella, 2011).

Esta vez, el estudio de González Echegaray se centra en la figura y la obra de Flavio Josefo, un historiador judío (y romano) a quien debemos gran parte de nuestro conocimiento de la etapa final del judaísmo hasta la época de la Primera Guerra judía (67-73 d.C.), por tanto, la época en que vivió Jesús y se desarrolló el cristianismo (como reza el subtítulo).

El libro tiene una estructura sencilla, dividida en tres partes. La primera se ocupa del personaje; la segunda, de su obra histórica y autobiográfica; y la tercera, de las relaciones entre Flavio Josefo y el Nuevo Testamento.

Josefo -o José ben Matías, su nombre judío- fue un sacerdote que, gracias a su formación, llegó a desempeñar una gran actividad diplomática y política ante el Imperio romano. Rotas las hostilidades contra Roma, Josefo fue encargado de la defensa de Galilea (muy probablemente por su conocimiento de la composición y tácticas del ejército romano, del que era un gran admirador). Una vez apresado en la localidad galilea de Jotapata en la madrugada del 20 de julio del año 67, Josefo pasó a ser asesor e intermediario de los romanos, hasta el punto de que Vespasiano -a quien Josefo "profetizó" que sería el siguiente emperador- lo incorporó como "cliente" a su propia familia y le concedió honores, casa, una pensión y la ciudadanía romana. Por eso Josefo adoptó el nombre familiar de Vespasiano -Flavio-, y escribió en Roma toda su obra durante el último cuarto del siglo I d.C.

Acto seguido, González Echegaray pasa a describir las obras escritas por Flavio Josefo: La guerra judía, siete libros probablemente escritos entre los años 75 y 79; Las antigüedades judías, veinte libros compuestos hacia el año 94 o 95; Contra Apión, dos libros redactados sobre el 95 o 96, y Autobiografía, un único libro constituido por 430 párrafos numerados y posterior al 94. En todas estas obras, y más o menos ampliamente (incluso con algunas contradicciones internas), Josefo da cuenta de sucesos históricos, instituciones o costumbres judías. 

Por último, en la tercera parte, González Echegaray aborda algunas cuestiones en relación con el Nuevo Testamento: el medio ambiente geográfico palestinense, el medio sociopolítico, las figuras de Poncio Pilato, Pablo (y los zelotas), Juan Bautista y Santiago (el hermano del Señor), y, finalmente, el llamado Testimonium Flavianum, el texto de Las antigüedades judías (XVIII, 63-64) que más ampliamente habla de Jesús.

Aunque la lectura del libro de González Echegaray resulta apasionante en su totalidad, probablemente es esta última parte la que más interese a los lectores no demasiado especializados en cuestiones históricas de este período. En todo caso, el hecho de que Flavio Josefo sea una de las principales fuentes -a veces la única- de nuestro conocimiento de esta época, hace de él -de su persona y su obra- objeto privilegiado de nuestro interés. Y esta obra ayuda extraordinariamente a ello.



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