viernes, 18 de noviembre de 2016

Carlos Fraenkel: Enseñar Platón en Palestina. Por Javier Sánchez Villegas

Fraenkel, Carlos: Enseñar Platón en Palestina. Filosofía en un mundo dividido. Ariel, Barcelona, 2016. 242 páginas. Traducción de Ana Herrera Ferrer. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.


¿Para qué sirve la filosofía? Esta es una pregunta recurrente, no solo entre adolescentes, sino también entre adultos. ¿Realmente influye en nuestra vida y nos ayuda a planteárnosla con criterio, o no es más que un divertimento propio de entornos académicos? ¿Puede ayudar la filosofía a convertir las tensiones que surgen de la diversidad (cultural, religiosa, etc.) en oportunidades de encuentro y de superación de las diferencias?

Carlos Fraenkel, profesor de Filosofía en la Universidad McGill de Montreal (Canadá), contesta afirmativamente a estas cuestiones. Y lo hace con un libro innovador y aventurero, cuyo título es muy evocador e impactante: Enseñar Platón en Palestina. Lo que él se propone es crear una “cultura del debate”, la cual se define como una búsqueda conjunta de la verdad. La idea “no es que los filósofos nos digan lo que debemos pensar y hacer, sino permitir al mayor número de personas posible adquirir la práctica de la filosofía”. Es decir, se trata de compartir las herramientas lógicas y semánticas que los filósofos han utilizado a lo largo de la historia y que pueden ser de ayuda a la hora de pensar “en los distintos temas relacionados con nosotros mismos, nuestras comunidades y el mundo en el que vivimos, no importa cuáles sean las respuestas que al final consigamos”. La consecución de la verdad es, pues, el objetivo, no buscar tener razón o ganar una discusión. Para ello, Fraenkel propone un itinerario, dividido en dos partes, una práctica y otra teórica, cuya finalidad es demostrar que no se trata de una utopía.

La primera parte es práctica. En ella se incluyen cinco talleres filosóficos que el autor organizó entre 2006 y 2011, cuyo denominador común es el planteamiento de un tema candente en cada caso. El primero de ellos tuvo lugar en la universidad palestina de Jerusalén Este; en él cuestionó la existencia de Dios ante firmes creyentes musulmanes («Enseñar a Platón en Palestina»). En el segundo («Enseñar Maimónides en Macasar»), planteó el tema del colonialismo en una universidad islámica de Indonesia. En el tercero («Spinoza en Shtreimels: un seminario clandestino»), discutió sobre la necesidad de las normas morales en una comunidad hasídica de Nueva York. En el cuarto («Ciudadanos filósofos en Brasil»), habló sobre la justicia social en un arrabal de Bahía. En el quinto («Guerreros de la palabra: filosofía en tierra mohawk»), trató el tema del poder con tribus indias norteamericanas. Como se puede apreciar, valentía y arrojo no le faltan al autor. El resultado, contra todo pronóstico, fue muy positivo desde todos los puntos de vista.

La segunda parte es teórica. Consta solo de un capítulo: «Diversidad y debate». En él se recogen todas las conclusiones de la parte anterior y se incide en la idea de la “cultura del debate”, poniéndose en relación con determinados conceptos: verdad, coerción, sabiduría divina, etnocentrismo, autonomía, sociedad, multiculturalismo…, todos ellos fundamentales a la hora de “debatir”. 

La cultura del debate, dice Fraenkel, pone de manifiesto lo divididos que estamos los humanos en temas sociales, políticos, morales, religiosos y filosóficos. Las ideas que configuran nuestro universo simbólico están tan arraigadas en nosotros que difícilmente nos las cuestionamos. Por ello, es normal que muchas personas encuentren que esta cultura del debate es descorazonadora y desasosegante. Sin embargo, en nuestras sociedades, cada vez más complejas desde todos los puntos de vista, el debate nos da la oportunidad de examinar las creencias y valores en los que hemos nacido y, a menudo, damos por sentado. Insistimos, no se trata de imponer unas determinadas ideas, sino de comprometerse en la búsqueda de la verdad. En ocasiones, no se llegará a ninguna conclusión, pero lo importante es el camino recorrido juntos.

La cultura del debate es un medio para promover el autopensamiento, para abrir la mente, para argumentar con fundamento. Es un medio para acercarse al otro, al distinto, al diferente, y encontrar que las cosas a veces no son como habitualmente pensamos. Es tratar de entender las razones de los demás, aunque no se esté de acuerdo con ellas. En el fondo, es aceptar que la verdad es poliédrica y que no tiene sentido una visión dogmática de la realidad. Es comprender en último término que las personas valen más que las ideas.

Libro de fácil lectura. Ameno. Cercano. Escrito no para especialistas. Desde el punto de vista teórico es posible que no aporte grandes ideas nuevas. Desde el práctico, es todo un ejemplo de un modus vivendi que ojalá se extendiera por doquier. Seguro que nos ahorraríamos mucho sufrimiento innecesario.


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