viernes, 7 de octubre de 2016

Joaquín García Roca: El mito de la seguridad. Por Juan Antonio Irazabal

García Roca, Joaquín: El mito de la seguridad. PPC, Madrid, 2006. 187 páginas. Comentario realizado por Juan Antonio Irazabal.

Han pasado más de veinte años desde el final de la «guerra fría». Se anunciaba una nueva era de paz y seguridad. Íbamos a beneficiarnos de los «dividendos de la paz». Hoy, aquellas esperanzas se han desvanecido. Incluso podría decirse que el problema de la inseguridad se ha vuelto más obsesivo, si no en la realidad, ciertamente en el discurso de los políticos más influyentes.

Se habla mucho de inseguridad y se simplifica mucho. Se simplifica a la hora de diagnosticar las causas y de proponer remedios al problema. Felizmente, el autor de la obra que aquí presentamos, doctor en Sociología, Filosofía y Teología, está, por su misma formación, vacunado contra las visiones parciales y superficiales de esta faceta de la vida humana. No sólo de la época actual. Pues, como nos lo recuerda de entrada, los riesgos son el tributo de la acción humana. Más aún: la asunción de ciertos riesgos constituye una de las fuentes de la superioridad de la especie humana.

Hoy llama la atención el hecho de que los avances técnicos, en lugar de hacer desaparecer la inseguridad, parece que la están alimentando: los medios de transporte más rápidos parecen los más amenazados. ¿Las sociedades avanzadas serían las más inseguras? Afirmarlo equivaldría a no ver en el mundo actual más amenaza que la del terrorismo (el hambre, las enfermedades y la falta de agua potable causan muchísimas más víctimas) o a pensar que los muertos en otras latitudes pesan menos.

Como dice el autor, no pocas veces la retórica sustituye al argumento, la emoción a la razón y el catastrofismo a la alerta debida. Al mismo tiempo, son muchos los poderes que se alimentan de las inseguridades colectivas, creadas no pocas veces por ellos mismos. Las respuestas meramente militares no van a acabar con la inseguridad. Habrá que recuperar la política, en su sentido más noble, y asumir las múltiples responsabilidades que nos incumben a todos.

En el capítulo primero, el más extenso de los seis, el autor recorre los distintos «dominios de la inseguridad». Recuerda que la inseguridad se alimenta de las grandes fracturas y desigualdades de la humanidad y que la pobreza es el grado máximo de inseguridad. Por ello, la búsqueda de la paz es inseparable de la promoción de la equidad, la comunicación y el diálogo. Lo contrario de la imagen de la autosuficiencia o «civilización del cow-boy».

El capítulo segundo trata de «la construcción de la seguridad», de su producción y distribución tanto en el interior de cada país como en el conjunto de la humanidad. La seguridad es inseparable de la justicia, la libertad y el sentimiento comunitario. En este sentido, la defensa contra la inseguridad es la principal razón de ser del poder político.

¿Por qué un poder que quiere proteger la vida se desarrolla no pocas veces como un potencial de muerte? En torno a esta pregunta gira el capítulo tercero, titulado «Los dilemas de la seguridad». El poder político produce seguridad e inseguridad. La guerra contra el terrorismo justifica no pocas veces la violación de los Derechos Humanos. Es obvio que la seguridad humana está más vinculada con el desarrollo que con cuestiones militares.

Por ello, para construir la seguridad humana, será necesario derribar potentes mitos (capítulo cuarto), como son identificar libertad con inseguridad o seguridad con uniformidad y presentar la «mano dura» como único instrumento para alcanzar la seguridad, olvidando casi por completo la negociación y el acuerdo. 

El capítulo quinto presenta la Seguridad Humana y sus ocho dimensiones como el nuevo concepto de seguridad que supera al concepto estrecho de seguridad nacional. Paradójicamente, el libro termina con un «elogio de la inseguridad» como condición de posibilidad de la conciencia y la libertad. En ningún momento el autor tiene reparo en tratar a la vez los aspectos sociológicos, políticos, ecológicos y religiosos de los problemas que aborda. Ello da una visión más unitaria de los problemas, aunque a algunos tal vez les pueda parecer un tanto ideologizada.

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