lunes, 30 de julio de 2012

Luis Mª García Domínguez: El libro del discípulo. Por Javier Sánchez Villegas

García Domínguez, Luis Mª: El libro del discípulo. El acompañamiento espiritual. Sal Terrae-Mensajero, Santander-Bilbao, 2011. Colección «Principio y fundamento» 4. 205 páginas. Comentario realizado por Javier Sánchez Villegas.

Si algo he aprendido en mi vida, es que más vale recorrerla en compañía. Tener una persona al lado que te conozca, te quiera, desee lo mejor para ti... y se convierta en tu compañera de viaje es algo que no tiene precio. Esto es válido en todos los órdenes de la vida. También en el ámbito espiritual.

Antiguamente (todavía hoy en determinados contextos), a ese compañero de viaje espiritual se le denominaba "director espiritual". Hoy, y teniendo en cuenta que ya hemos alcanzado la "mayoría de edad kantiana", ese concepto ha quedado algo anticuado. Para mucha gente, contiene muchos matices negativos: denota directividad, ordenación, obediencia por parte del dirigido, cierta asimetría en la relación (el director está arriba y el dirigido debajo). Por ese motivo, hoy se opta más por el concepto de "acompañamiento" espiritual. Parece así que el dirigido no pierde su autonomía y su responsabilidad ante el camino espiritual recorrido o por recorrer. Sea como fuere, mi experiencia me dice que conviene tener al lado a alguien que pueda arrojar luz en los momentos de oscuridad, paz en los momentos de zozobra, perspectiva cuando los árboles no te permiten ver el bosque, etc. En definitiva, una persona que pueda orientarte en el camino de la vida espiritual. Esta persona puede ser un hombre o una mujer, un sacerdote, religioso o religiosa, laico o laica. Lo importante es que esté preparada para acompañar a otras personas y se deje llevar por la gracia de Dios para que esta fluya en una y otra dirección. 

El libro que estamos comentando se introduce de lleno en el acompañamiento espiritual y puede ser útil tanto para el que busca acompañamiento como para el que acompaña. Por este motivo, es recomendable para todo el mundo. Además, en las comunidades y grupos de vida nos estamos acompañando unos a otros de facto, por lo que razón de más para meditar estas cuestiones y tomar conciencia de la responsabilidad que tenemos unos con otros en este camino de la fe. No obstante, el acompañamiento espiritual, tal y como se toma en el libro, es cosa fundamentalmente de dos (de tres, si consideramos también la presencia de Dios).

El autor, Luis María García Domínguez (Oviedo, 1950) es jesuita. Según se dice en la contraportada del libro, tiene formación en Filosofía y Letras y Psicología (Universidad Gregoriana de Roma). Ha trabajado como pastoralista juvenil, formador de jesuitas y profesor de teología espiritual. Actualmente colabora en el Centro de Espiritualidad "San Ignacio" de Salamanca, especialmente en la dirección espiritual, la formación de formadores, la espiritualidad ignaciana y la práctica de los Ejercicios Espirituales. También ofrece ocasionalmente conferencias y cursillos de formación sobre estos temas, de los que ha publicado algunos libros y artículos. De entre todos ellos, resaltamos los siguientes:
- Las afecciones desordenadas. Influjo del subconsciente en la vida espiritual. Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 1993.
- Discernir la llamada. La valoración vocacional. UPCo, Madrid, 2008.
- La entrevista en los Ejercicios Espirituales. Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander, 2010.

No sé si será la colección o es el espíritu ignaciano, pero tengo que reconocer que el autor hace una presentación magistral de su libro. Por eso, y como creo que no la voy a poder superar, dejo que sea el propio autor el que presente su obra.

"Este libro trata sobre el acompañamiento espiritual y está dirigido especialmente a las personas que buscan o que quizá ya tienen ese tipo de relación espiritual. Pretende exponer qué es, en qué consiste este diálogo espiritual entre dos personas y cómo se pueden aprovechar lo mejor posible las conversaciones y la relación de acompañamiento.

El contenido del libro sigue las cuestiones que suele plantearse una persona que desea ser acompañada espiritualmente. En primer lugar, se indica (en el capítulo 1) qué se entiende por acompañamiento espiritual, en qué consiste esa práctica tan antigua en la Iglesia, qué objetivos pretende y qué medios utiliza. Luego se señalan (en el capítulo 2) los distintos temas de conversación que pueden ocupar el diálogo de acompañamiento, con el fin de tener una referencia de las distintas áreas que antes o después conviene examinar en el diálogo espiritual. Además (en el capítulo 3) se proporcionan claves para abordar el discernimiento de la propia vocación, una cuestión que muy frecuentemente conviene abordar en el acompañamiento. Se trata de esa llamada particular que Dios nos hace, esa invitación a elegir un estado de vida o a ser fieles a la vocación ya elegida; en dicho capítulo se señalan algunos criterios para comprender una posible vocación sacerdotal o religiosa.

Los temas señalados para el diálogo de acompañamiento se pueden tratar de muchas maneras, y por eso se añaden algunas orientaciones para preparar las entrevistas y para desarrollarlas con más provecho (capítulo 4). Posteriormente se hacen varias sugerencias para llevar a la vida cotidiana las cosas tratadas en la conversación, para discernir por nosotros mismos en la vida cotidiana y, en definitiva, para comprometernos con nuestra vida cristiana según nuestra propia vocación (capítulo 5). En las páginas finales del breve Epílogo se apuntan algunos fundamentos del enfoque que se da en este libro al acompañamiento espiritual y a la vida espiritual, que toma muchos de sus conceptos de una antigua tradición cristiana llena de sabiduría, aunque los releemos hoy con categorías mentales actuales.

"Se hace camino al andar..."
Estas páginas están pensadas y escritas para el discípulo, para quien empieza o prosigue un itinerario espiritual con la ayuda de otra persona y que, de alguna manera, se pone en sus manos con el deseo de ser guiado para acertar mejor con su camino. Por eso el libro se escribe en un tono llano y directo, sin introducir todos los matices en las afirmaciones que se ofrecen, con el fin de no dificultar el diálogo intelectual del lector con la visión central que se propone; se ha optado por la claridad, más que por la precisión matizada y sutil. Por lo mismo, y para no distraer al lector, no se incluyen notas bibliográficas sobre la dirección espiritual, aunque subyacen numerosas lecturas a la síntesis que aquí se presenta. Solo se hacen algunas alusiones a la Sagrada Escritura y al Concilio Vaticano II, aunque se citan también textos concretos de san Ignacio de Loyola y de santa Teresa de Jesús. Y ello porque el primero inspira en mucha medida el enfoque del acompañamiento espiritual que aquí se presenta; y porque la santa de Ávila, además de ofrecer una perspectiva de mujer, puede ser un prototipo genial de una experiencia espiritual culminada, entrelazada de trabajos y gozos y narrada con una fuerza existencial quizá inigualable.

El libro quisiera animar a buscar un acompañamiento espiritual a todas las personas interesadas en su crecimiento personal y que no tienen ese tipo de diálogo espiritual, tal vez por falta de iniciación, por desconfianza, por recelo, por timidez o por dejación; y todo ello desde el convencimiento de que un poco de acompañamiento espiritual puede ayudar mucho a cualquier persona de buena voluntad que quiera seguir a Jesucristo con ilusión. Este escrito también desea ayudar a quienes tienen ya alguna forma de dirección espiritual y desean sacar todo el fruto posible de esa relación. Pero estas páginas son solo una ayuda y remiten necesariamente a cada discípulo a la relación personal con su acompañante espiritual, quien podrá proponer la palabra más precisa, aclarar los conceptos dudosos, aplicar la mejor pedagogía y acomodar lo que aquí se dice o se omite; pues el acompañamiento espiritual es un camino vivo que no se puede suplir con libros".

Pues queda todo dicho. En un momento en el que mucha gente busca un terapeuta o un coach para orientarse en la vida, parece adecuado que nos replanteemos la conveniencia de recurrir a un acompañante espiritual. Además, este lo hace por vocación y sale gratis. Lo siento por los profesionales. Así que, si no tienes un acompañante, desde aquí te invito a que lo busques. Seguro que encontrarás. Seguro que me darás las gracias. Yo, por mi parte, quiero agradecer el tiempo, el esfuerzo, la ilusión y la dedicación de esas personas que me han acompañado a lo largo de mi vida. De corazón, gracias Juan Manuel y gracias Juan. Sois los mejores.

2 comentarios:

  1. Cuántas veces hemos tenido la necesidad de un hermano a nuestro lado.
    ¿No es esto una señal de desconfianza en nosotros mismos?
    En, ciertos momentos no vemos el bosque, sí. ¿Y no será esto otra señal de nuestra flaqueza. Si somos templo del Espíritu, ¿En qué momento dejamos de creérnoslo que no vemos más allá de nuestras propias narices? Y perdemos nuestra visión.
    No estamos convencidos que somos parte de Dios. Por eso somos santos. Por eso derrochamos cariño.
    La vida espiritual no debe estar separada de la física. Toda una. Somos espíritu y carne a la vez. Aquí radica nuestro fallo. Por eso hay "crisis de fe".
    Un abrazo

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  2. Efectivamente, Pedro. Somos una unidad. Y, como tú dices, estamos en Dios tanto como Él está en nosotros. En él nos movemos, existimos y somos, dice san Pablo. Pero a veces perdemos la perspectiva. Ahí radica, desde mi punto de vista, la importancia del acompañante espiritual.
    Un abrazo muy fuerte,
    Javier.

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